martes, 14 de noviembre de 2017

HABLAR DE SEXUALIDAD Y AFECTIVIDAD CON LOS ADOLESCENTES Y LOS JÓVENES

El primer paso que pueden dar los padres es aumentar sus conocimientos sobre algunas cuestiones. Las respuestas que encontrará en esta sección pueden ayudarle.

 1. Empiece pronto a hablar de afectividad y sexualidad Es mejor hablar “una hora antes” que “cinco minutos tarde”. No se puede concretar una edad, pero, en realidad, desde los 3 años ya se pueden tener conversaciones sobre estos temas.
 Cuando sus hijos hagan preguntas conteste siempre adaptando la verdad a lo que quieren saber y a su capacidad de entender.
 2. Hable de la sexualidad como una “buena noticia”, de manera positiva y optimista La sexualidad tiene que ver con nuestra autoestima y felicidad. Somos seres sexuados masculinos o femeninos destinados a amar. La sexualidad sana tiene que ver con nuestro crecimiento y maduración personal armoniosa.
 3. Hable de la sexualidad de manera integrada Se trata de preparar a los jóvenes para el amor. Aunque le hagan una pregunta sencilla, es preciso contestar de manera integrada. Hable del “cómo”, pero también del “porqué” de la sexualidad.
 4. Comunique con frecuencia y claridad sus valores y expectativas sobre la sexualidad No se trata de dar una sola charla sobre sexualidad, sino de poder hablar frecuentemente sobre ello. Los hijos viven en un entorno que les comunica continuamente mensajes contradictorios sobre la sexualidad humana; con frecuencia, contrarios a los valores que usted desearía transmitirles. Por eso, es importante que les comunique sus valores con un lenguaje lo más cercano posible. La evasión de temas provocará una curiosidad exagerada en sus hijos, llevándoles a buscar las respuestas en fuentes que podrían ser perjudiciales. 
5. Razone los valores que quiere transmitir Los adolescentes tienden a tomar decisiones basadas en sentimientos y emociones en lugar de en la razón y en la experiencia. A veces tienen actitudes negativas hacia sus padres o sus educadores porque no entienden sus mensajes. Intente dejar claro, en sus propuestas, la importancia de prepararse bien para entregar la sexualidad cuando puedan asumir el compromiso de un proyecto familiar estable.
6. Sea cercano, accesible, y escuche a sus hijos
La primera fase de la comunicación con los hijos es dedicar tiempo a escuchar lo que dicen o
a interpretar sus silencios ante ciertas situaciones. Solamente desde la escucha, usted podrá
adaptar sus respuestas a la realidad de sus hijos. Si les escucha en cuestiones “poco
importantes”, le harán preguntas cuando tengan dudas sobre sexualidad. Si usted contesta
con respuestas honestas, le verán como una fuente de información fiable sobre estos temas.
7. Sea coherente
Es importante transmitir a sus hijos que usted está convencido de que ellos son realmente
capaces de vivir la sexualidad como usted se la propone. La mejor manera de transmitirlo es
que usted sea coherente con lo transmitido.
8. Complete la educación con información accesible
Tenga libros de adolescentes, vídeos y folletos disponibles en casa para que sus hijos puedan
verlos, pero sin que se sientan presionados para ello.
9. Participe directamente en la educación escolar de sus hijos
Usted es el primer responsable de la educación afectivo-sexual de sus hijos. La educación
afectivo-sexual nunca es “neutra” e implica la transmisión de valores. Piense, por ejemplo, en
la definición del “amor” o la decisión ante situaciones complejas como el embarazo juvenil o
las infecciones de transmisión sexual. Otras personas no deberían decidir por usted lo que se
enseña a sus hijos sobre estas cuestiones. Infórmese sobre qué les dicen en el colegio en
materia de educación afectivo-sexual, tanto los profesores como los libros de textos. Puede,
junto con otros padres, utilizar los cauces de la democracia para que ciertos contenidos que
usted considera importantes se impartan o no.
10. Aproveche los errores como oportunidades educativas
Cuando usted o sus hijos tomen decisiones equivocadas, una conversación sosegada y
razonada puede transformar el error en ocasión para tomar la dirección adecuada con más
fuerza y convicción.


¿ES NECESARIA LA EDUCACIÓN SEXUAL?
Sí, sin duda. Tanto porque somos seres sexuados desde nuestro origen. La sexualidad es un elemento básico de la persona, tiene que ver con su identidad y su modo de ser.

Existe una estrecha relación entre personalidad y sexualidad, por lo que esta última debe
desarrollarse, formarse y educarse tanto como la primera. En este sentido, las decisiones
iniciales sobre sexualidad son de gran importancia porque marcan la vida y el futuro de cada
persona: acertar en esas decisiones facilita alcanzar la felicidad y una vida plena, errar no
implica necesariamente el fracaso, pero sí que el camino puede acabar siendo más difícil.

La afectividad es uno de los componentes que acompañan el ejercicio de la sexualidad. Por
tanto, educar la voluntad y el carácter precede a la educación sobre aspectos propiamente
biológicos de la sexualidad ya que permite al educando desarrollar las habilidades necesarias
para el mejor manejo de sus afectos, sentimientos y emociones. Así, tiene la posibilidad de ser
libre sin renunciar a estos aspectos normales de su vida y será capaz de comprometerse. Esta
faceta de la educación debe compaginarse, en el momento oportuno, con la información
biológica científicamente veraz. En definitiva, la educación sexual consiste en formar personas
capaces de amar y de servir al prójimo, con todo el valor que tienen como personas sexuadas
femeninas y masculinas y evitando individualismos y personas centradas en satisfacer sus
deseos.

Ni la visión reductiva y biologicista sobre la sexualidad humana que, con frecuencia, ofrece
hoy la sociedad, ni el silencio o la omisión de los padres, son criterios acertados ante la
necesidad que tienen los jóvenes de una educación específica como seres sexuados abiertos
al amor, al cariño y al compromiso.
La sociedad en la que crecieron los padres no es igual a la sociedad en la que crecen sus
hijos. Por eso, no todo lo que les sirvió a sus mayores servirá para educar a jóvenes y
adolescentes de hoy. Los padres deben prestar atención a algunos aspectos de este contexto
cultural y a sus implicaciones en la educación afectivo-sexual de sus hijos. Estos son algunos
de ellos:
- Los medios de comunicación y las tecnologías de la información están invadiendo los
ámbitos de la intimidad familiar, y suelen adelantar la edad óptima para tratar determinados
temas afectivo-sexuales con los hijos.
- La precocidad producida por los medios y el entorno puede dificultarles a los niños y
adolescentes la comprensión de la sexualidad en sus diferentes dimensiones por lo que es
necesario estar suficientemente cerca de los hijos para ayudarlos, agregando el sentido crítico
constructivo propio del adulto.
- Los modelos de conducta que presenta la sociedad pueden no coincidir con la formación
moral y ética que los padres consideran mejor para sus hijos.
- Se debe tener en cuenta la repercusión que algunos malos usos del lenguaje pueden tener
sobre los modos de razonar y argumentar de los hijos. Por ejemplo, es preciso diferenciar lo
“normal” de lo “frecuente”, el “amor” del “sentimiento” y muchos otros.
- En estos últimos años se ha pasado de la negación de los sentimientos a la exaltación de las
emociones, desplazando tanto la argumentación racional –fundamentada en los datos y la
experiencia– como a la apelación a la voluntad facultad superior directamente relacionada con
la libertad y el amor. Las decisiones personales se acaban apoyando en los deseos, los
estados emotivos y los sentimientos, dejando de lado aspectos importantes de la sexualidad
humana como el sentido del compromiso, el valor de la espera, el respeto o la responsabilidad
personal y social del ejercicio de la sexualidad.
En conclusión, la educación afectiva y sexual de los jóvenes es necesaria y urgente,
especialmente en las circunstancias actuales de “analfabetismo afectivo”.

¿LA EDUCACIÓN SEXUAL PUEDE PERJUDICAR A QUIENES NO
TIENEN RELACIONES SEXUALES?
El enfoque de algunos programas de educación sexual o de “salud sexual y reproductiva”
puede tener una influencia contradictoria y perjudicial en jóvenes que no tienen relaciones
sexuales.
Al analizar muchos de estos programas, es llamativo observar que suelen basarse en la idea
de que la mayoría de los adolescentes han tenido, tienen o tendrán pronto relaciones
sexuales. Basar la educación sexual en esta premisa presenta al menos dos problemas.
El primer problema es que esa idea tiene poco que ver con los datos estadísticos sobre las
relaciones sexuales en menores de edad. Por ejemplo, estudios científicos recientes señalan
que la proporción de jóvenes de 16 años que ya han tenido relaciones sexuales no llega al
30% (Archives of Sexual Behavior, 2012). Se puede afirmar por ello que estos programas de
educación sexual dejan fuera de su mensaje hasta un 70% de los jóvenes de esa edad. Estos
adolescentes se beneficiarían de un mensaje positivo y contundente que refuerce su decisión
acertada de no tener relaciones sexuales porque así no tendrían riesgo de acabar con
problemas afectivos, embarazos o infecciones de transmisión sexual. Por el contrario, se les
transmite implícitamente el mensaje de que están “del lado equivocado de la estadística”.
Estos programas hacen poco para que su libre decisión de no tener relaciones sexuales se
vea como una opción acertada y que por tomarla no son “personas raras”.
El segundo problema es que estos programas se centran exclusivamente en dos mensajes:
afirmar que es bueno dejarse llevar por los deseos y promover la utilización de
anticonceptivos, sobre todo el preservativo. Incluso hay muchos programas que, aceptando
teóricamente que la conducta más saludable es no mantener relaciones sexuales hasta el
establecimiento de una pareja estable y permanente (como el matrimonio), se vuelcan en la
práctica con la mayor energía en el adiestramiento del uso de preservativos. Estos programas
se han dado a sí mismos el nombre de “educación sexual integral” (en inglés usan la más
expresiva palabra “comprehensive”). Desde el punto de vista de la promoción de la salud, esta
contradicción, en la que se les dice una cosa y la contraria en el mismo programa, acaba
perjudicando el mensaje necesariamente prioritario para los adolescentes: lo mejor para ellos
es no tener relaciones sexuales y el uso de preservativos puede reducir el riesgo pero en
ningún caso eliminarlo del todo.
Es importante informar sobre los efectos de tener relaciones sexuales y sobre la diferencia
entre tenerlas con o sin anticonceptivos. Sin embargo, informar con el enfoque descrito
equivale a ocuparse de la oveja perdida sin garantizar que las 99 restantes estén
correctamente atendidas y protegidas. El efecto directo de este enfoque puede acabar siendo
que esas 99 queden vulnerables también porque se ha dejado la puerta abierta al buscar a la
oveja perdida.
Lo que ocurre en la práctica es que los jóvenes que, al no tener relaciones sexuales no tienen
riesgos, se ven presionados por el ambiente para tenerlas y por lo tanto acaban
incrementando su riesgo (aunque usen preservativos).

Además, a los jóvenes les interesa mucho entender qué tiene que ver el amor con la
sexualidad y qué relación hay entre el deseo, el enamoramiento y el amor. Estos programas
llamados integrales suelen obviar esta cuestión. En las páginas web que contestan a las
dudas de los jóvenes encontramos que estos se interesan 20 veces más por preguntas que
describen las características del amor que por aquellas referidas a la eficacia del preservativo
(www.joveneshoy.org).
También hay que recordar que no contar con las familias en esta preparación para el amor
que los jóvenes desean es llevar a cabo una educación sexual que tiene más que ver con la
veterinaria que con la integralidad propia del ser humano (www.educarhoy.org).
Tomado de www.aciprensa.com

Por.Cdejblanco

No hay comentarios:

Publicar un comentario